Guerra a los anglicismos

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No existen las lenguas puras; todas son producto del mestizaje y de la rebeldía de sus usuarios. Y desde que la humanidad tiene memoria, este proceso de contaminación y metamorfosis asusta a la gente que se siente culta: en unas tablillas de arcilla de la primera civilización del mundo, la Sumeria antigua, un escriba se lamenta la decadencia en el modo de escribir de los jóvenes. O sea que también desde esos entonces la juventud habla y escribe como se le da la gana.

Hoy los soldados del purísimo lenguaje castellano tienen un enemigo favorito: el inglés. Los anglicismos­ –palabras, expresiones o giros procedentes de la lengua inglesa y usados en otro idioma– pueblan el lenguaje de hispanohablantes de todas las edades: desde el ya ubicuo okay, hasta términos como follower, online y healthy, que son fácilmente traducibles pero que creemos que suenan más cool en inglés que en español. 

No faltan razones para condenar estas intrusiones en nuestra lengua. Un lenguaje vivo es el hilo con el que se teje una cultura particular, y el desuso u olvido del español que conocemos es, en ese sentido, una estocada a nuestra herencia cultural. Cada palabra, y cada juego en el que esta participa, es resultado de una historia enorme de accidentes y creatividad entre un grupo también enorme de gente, a lo largo de muchísimas generaciones, cada una de ellas con miedos, antojos y necesidades a la vez particulares y compartidas. La tensión y competencia entre lenguajes es la guerra más grande, compleja y antigua de la humanidad. Y la más promiscua, porque los ganadores nunca salen limpios de influencia enemiga.

Tal vez esta idea de los lenguajes en guerra es más pesimista de lo necesario; al final ¿que hace a mi herencia mejor que la tuya? Tal vez el riesgo no es la sustitución de una lengua por otra, sino la homogeneización del lenguaje, agudizada por la globalización y el escándalo que hacen los gringos. Cuando todos, de Cholul a Nueva York, hablamos igual, disimulamos la complejidad del mundo y las mentiras del lenguaje. La ambigüedad implicada en el acto de traducir es un hondo recordatorio de que las palabras no son las cosas, y reducir el pensamiento a un solo lenguaje es pintarle el dedo a un escepticismo que es sanísimo. 

Sobran los que no están convencidos por estas razones u otras parecidas. Antes de que se encojan de hombros, un último tiro al aire: el espanglish es la forma más clara de decir «lo único que leo son los subtítulos de Netflix», aunque ellos dirían «¡es que que sí leo, pero en inglés!», bullshit. Así que ahí les va una lista de anglicismos innecesarios y sus equivalentes en español, para que, aunque sea por vanidad, le entremos a esta batalla en el bando de la lengua castellana y la diversidad.



  1. Bullshit - «Sí, chucha, tus calzonsotes». El origen de esta frase es tema para otro día, pero necesita y merece soldados que la protejan de la desaparición. El que se sienta medio españolete puede usar también ‘patrañas’.
  2. On point - «Le da en el clavo» o «pone el dedo en la llaga». No hay pretexto.
  3. Storytelling - «Narrativa». 
  4. Print - «Estampado»
  5. Hard core - «Rudo»
  6. Healthy - «Sano»
  7. Wellness - «Bienestar»
  8. Play-off  - «Eliminatoria»
  9. Sold out - «Agotado»
  10. Update - «Actualización»
  11. Fear of missing out - «Miedo a no salir en la foto», dirían los tios y abuelos. 
  12. Takeaway - «Para llevar» 
  13. Newsletter - «Boletín»
  14. Shopping - «De compras»
  15. Outfit - «Conjunto», «vestimenta» o «atuendo»
  16. Ticket - «Boleto», «factura»
  17.  E-mail - «Correo electrónico» 
  18.  Sandwich - «Emparedado» 
  19.  Gym - «Gimnasio»
  20.  Delivery - «A domicilio» 
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