Hace ya un tiempo que empecé a crear mi mundo a partir de una serie de relatos de Cortázar. Mi proceso comenzó a partir de mis interpretaciones de unos seres que él crea: primero hacía dibujos minimalistas a partir de cómo me los imaginaba yo, y los caracterizaba dándoles atributos propios, muchas veces de miembros de mi familia, a la cuál debo esta cercanía al mundo de Cortázar. De ahí, casi que me gritaron que completara sus historias a través de la palabra. Así fue como empecé a crear mis propios relatos cortos.
Permítanme presentarles a estos bellos seres, su historia, y el porqué de mi amor hacia ellos. Se trata de un libro en específico: Historias de Cronopios y Famas (1962). El libro es un conjunto de relatos, algunos de varias cuartillas y otros de unas meras líneas, sobre temas muy diversos, escritos con un humor muy propio y un toque de absurdo (que a veces le hace plantearse a unx qué estaba tomando ese hombre cuando escribía). Pero quizá lo más importante de ello es la creación de tres distintos seres que caracteriza vagamente, y a los que dedica varios relatos: los cronopios, definidos como «esos objetos verdes y húmedos», de «corazón bondadoso»; hablará de la «conmovedora alegría del cronopio, [ese ser] desdichado y húmedo»; las esperanzas, «siempre alerta, esos microbios relucientes»; y los famas, «guardianes de las plazas», a los que tienes que ir a visitar porque ellos no se mueven. Es gracias a estas descripciones mínimas y excéntricas de estos seres, que se formó un espacio donde el/lx lectorx le pudo dar cuerda a su imaginación. Así fue como yo me dejé llevar, y empecé a crear a partir de ello.
Mi madre dice que los cronopios le emocionan porque se alegran por minucias y son auténticos: sufren, pero disfrutan como locos. «Parece que Julio lo escribió para mí», me dice. Mi padre nos ve muy reflejadxs en ellos porque van en contra de ciertos estándares sociales de éxito, porque no son eficaces y, sin embargo, son felices a su manera. Cuando escribo sobre ellos, siento que cada palabra tiene peso, cada verbo, cada adjetivo son cuidadosamente escogidos. Es así como se mantiene una cierta esencia, lo que hace que sean ese ser y no otro. Según la lectura que le di yo, los cronopios están escritos y descritos desde un cierto cariño y amor, desde sentimientos muy orgánicos. Es por eso que transmiten ternura, porque están descritos desde la sensibilidad, aceptando que el sufrimiento es parte del existir.
Existe un término del romanticismo alemán, Weltschmerz, que no tiene traducción a otros idiomas, el cual se podría traducir como «dolor del mundo». Este conceptualiza el sentimiento físico, la emoción de dolor que siente unx que viene de la realización de una escena o aspecto del mundo que es cruel, injusta, triste. Dice mi madre, que los cronopios hablan directamente a las emociones. Y a mi me recuerda un poco a esto, al sentir del mundo.
Les invito a que hagan lo mismo, a que escriban desde el sentimiento, a que se apropien de aquello que les haga sentir, que se lancen a crear, a escribir, a dibujar, a componer. A no tener miedo de expresarnos como queramos, que hace mucha falta. A realizar aquello que traiga consigo o refleje emociones. A hacer aquello que nos haga sentir arraigadxs. Y ya puestos, les invito a que lean ese libro de Cortázar, y a que, si quieren, lean este pequeño relato mío.
Sombra de cronopio
Un cronopio se para cerca de una flor. En el cielo brilla el sol. La flor, que ya conoce la naturaleza del cronopio, piensa ¡se le va a ir su humedad! La flor estira un poco su tallo, agita sus hojitas cuidadosamente, y poco a poco se cronopio, creando una sombra que lo rodea y lo arropa. El cronopio, ese ser verde y húmedo, sonríe al pensar que las partículas de su singularidad están a salvo.