Nombrar[me]

Por
Tammy
Lati

Muy poca gente me dice por mi nombre. Mi mamá siempre me ha dicho «nena» y mi papá me tiene guardada en su celular como «princess» [me sigue pareciendo tiernísimo]. Mi esposo me dice «flaca» o «chiquita». La mayoría de amigas me dice «Tam», algunas «Tati», producto del apodo de un exnovio, y otras «hermana», lo cual me parece hermoso porque por 23 años no tuve una. Yo, a mí misma, me digo «Tamara», así me anoto en las fichas de registro de visitantes de algunos edificios o cuando pido un café en Starbucks. A pesar de que sé muy bien que ese no es mi nombre. 

En hebreo la palabra nombre se dice «shem» y se escribe שם, y «allá» se escribe igual, pero se pronuncia «sham». Mi situación con mi nombre es la misma, es el mío, pero está lejos de mí. Está allá en algún lugar que parece no pertenecerme. Está escrito con las mismas letras y, sin embargo, su pronunciación es otra.

Walter Benjamin decía que el acto más puro del lenguaje es nombrar, Lacan pasó años estudiando la importancia del nombre en la configuración de la psique y yo no dejo de pensar que es una locura que mi nombre –el primordial, el oficial– sea uno que escogieron mis padres. O, más bien, uno que mi historia ya tenía elegido para mí. En la tradición de algunas comunidades judeomexicanas, se nombra a lxs hijxs con el nombre de sus abuelxs. O sea: lxs hijxs llevan el nombre de los padres. ¡Tómala, Freud!

No había pensado en esto hasta que empecé a leer a Tamara Tenenbaum, que muchxs le dicen «Tammy». Nada más raro que escuchar mi nombre puesto en alguien más. Sobre todo porque siempre me ha parecido un nombre inusual o sobre todo porque nunca había pensado que este nombre es mío, realmente mío. Ver mi nombre nombrando a alguien que no soy yo me generó celos y miedo. Si no me empiezo a nombrar puede que alguien se nombre por mí. 

Así que aquí estoy yo. Escribiéndome en primera persona y diciéndome mi nombre en voz alta: soy Tammy. Lo veo escrito y pienso que me gustan las dos «m», gráficamente parecen montañas y olas de mar. Son también las mismas dos emes que tienen las palabras «murmullo» y «memoria».

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