Querido autocorrector

Por
Daniela
Boullosa

El otro día hablaba sobre Chandler Bing y envié un mensaje diciendo que «chancleta» era mi personaje favorito de Friends. Te la perdono porque sucedió en grupo de amigos y nos reímos. De lo que no te puedo absolver es que me hayas cambiado «¿te gustó?» por «te gusto». Quería tener una discusión interesante sobre un artículo y acabé teniendo que decirle a Rodrigo que, no, no importaba si no hablábamos sobre nuestros sentimientos y que sí, sí la estaba pasando bien sin delimitar todo lo que significaban nuestras conversaciones. Sobra decirte que Rodrigo y yo pasamos de ser buenos amigos con una química interesante a ser un par de adolescentes de secundaria rogando que el otro no saliera corriendo. Poco después lo apodamos Bolt porque justamente eso hizo. Llevo meses sin verle ni el polvo.

Supongo que es injusto solamente hablar de lo malo. Me has ahorrado muchos minutos y a veces sabes lo que quiero antes que yo. Somos como dos personas que han convivido demasiado y se completan las oraciones. ¡Aunque de pronto parece que somos extraños! Y crees que en un mensaje laboral está bien sustituir «escrito» por «escroto», como si no me dedicara a escribir y la otra fuera mi palabra de cabecera. Pero vaya que no soy dejada. También te he culpado de errores ortográficos y de mensajes por los cuales me arrepiento. Y saboreo mi dulce venganza mientras tú no te inmutas. A veces lo que más me duele es tu indiferencia; saber que estás en boca de todos y que no piensas dos veces cómo me has cambiado la vida. Eres como esa droga que me hace daño a la que siempre regreso.

Pensé que esta era una carta de despedida. Un final dramático para una relación complicada. Pero puedo ver que no estoy lista para soltarte. Escribiendo me di cuenta que hemos hecho buena mancuerna. Me libré del Bolt y me convertí en la clienta favorita de la señora que buscaba un escrito y acabó riendo y hablando sobre escrotos. A ratos parece que me haces más auténtica. Y más alegre. Y recibo tus indirectas de que la vida es demasiado corta como para sufrir tanto un error de dedo o un acento mal puesto. Tal vez le das a mi vida una necesitada dosis de azar.

Querido autocorrector, quería decirte que te odiaba y, de alguna u otra manera, lo acabaste cambiando por amor.

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